Victoria Villarruel, la candidata a vice de Javier Milei, es uno de los apoyos argentinos a la ultraderecha española que encarna Vox. Compartió actos con sus principales dirigentes y formalizó su apoyo con la firma de la carta de Madrid a través de Oíd Mortales, la fundación de la que es presidenta honoraria. Oíd Mortales es, en realidad, un sello nuevo para una marca vieja: es la fundación que en 2011 había conformado Gustavo Corbi, un teólogo ultraconservador que estuvo a cargo de la sección Religión de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) durante los primeros meses de la última dictadura y que solía pedir que volviera la Inquisición a través de la Revista Cabildo.

Oíd Mortales apareció en escena días atrás. Fue después de que Milei dijera que Villarruel sería la encargada de nominar a los ministros de Seguridad y Defensa si llegan al gobierno. Allí surgió un nombre: el del coronel retirado Jorge Vives, un especialista en inteligencia que, durante el gobierno de Cambiemos, fue director de Investigaciones de la Aduana. En la causa que orbita alrededor del falso abogado Marcelo Sebastián D’Alessio, Vives aparecía como un hombre ligado a Elisa “Lilita” Carrió. Vives es, además, responsable de las áreas de Seguridad y Defensa de la fundación que preside Villarruel de manera honoraria.

Oíd Mortales no es más que el cambio de denominación de la Fundación Tridentina por los Valores Clásicos, que en 2011 conformó Corbi con su principal adlátere, Eduardo Ignacio Llorente. La asociación básicamente tenía el objetivo de preservar la obra y la biblioteca de Corbi, que falleció al año siguiente de la conformación de la Fundación Tridentina.

En sus años mozos, Corbi integró el grupo del Molino, que eran quienes se reunían los sábados en la confitería de Callao y Rivadavia. Ese conjunto estaba conformado por quienes seguían asistiendo a la misa tridentina, es decir, a la misa como se daba antes del Concilio Vaticano II: una misa de espaldas a la feligresía. Al menos entre 1975 y 1976, Corbi estuvo a cargo de la sección religión de la SIDE, como surge de los diarios del obispo y pro-vicario castrense Victorio Bonamin, que analizaron Lucas Bilbao y Ariel Lede en el libro Profeta del genocidio.

Bonamin y Corbi intercambiaban figuritas. “Muchacho muy ordenado en su escritorio, en su archivo, ‘y en su cabeza!”, lo describía Bonamin. Al obispo le servía su amistad con el excolaborador de la revista Discalia para tener información de los sectores díscolos de la Iglesia e incluso para tener datos concretos de algunos integrantes de la Junta Militar como Emilio Eduardo Massera. Corbi le mostraba cartas de otros monseñores a Bonamin. Se presume que es porque, en esa época, la SIDE podía interceptar las comunicaciones: cartas y teléfonos.

El último encuentro que aparece entre Bonamin y Corbi en los diarios a los que pudieron acceder los investigadores es del 21 de diciembre de 1976. “Lo han dejado cesante en la SIDE”, consignó Bonamin. Para entonces, estaba en marcha la primera gran remodelación de la SIDE procesista: se produjo la salida de Otto Paladino de la jefatura del organismo. Hay quienes atan ese recambio a la fuga que obligó a levantar el centro clandestino conocido como Automotores Orletti, que funcionaba bajo la órbita de la Secretaría de Inteligencia.