Desde el cielo y en medio de la noche se los puede ver. Parecen una flota enemiga esperando el momento indicado para atacar.De algún modo, lo son.

Sabíamos que existe, pero verlo es otra cosa. En medio de la nada, después de kilómetros y kilómetros de puro mar, aparece en el firmamento una muralla de luces. Por la dirección en la que volamos podría ser Bahía Blanca, pero es imposible: estamos a 200 millas de la costa argentina, sobrevolando el límite que separa las aguas internacionales de las nacionales.

La imagen se confunde con la que se tiene al llegar en avión a una ciudad en medio de la noche. Pero no estamos llegando a una ciudad sino atravesando el Océano Atlántico. ¿Qué hace esta ciudad súbita flotando ahí? Es lo que vinimos a descubrir.

El avión es un Boeing 787 gigantesco que hasta el año pasado pertenecía a Aeroméxico y ahora es de Enrique Piñeyro, el piloto, cineasta, empresario gastronómico, médico, filántropo, actor y también, de alguna manera, activista socioambiental. Lo adquirió justamente para poder hacer vuelos que generen algún tipo de impacto positivo en el planeta, y lo que estamos haciendo ahora mismo es volar durante cinco horas en medio de la noche para ver con nuestros propios ojos eso que él ve desde hace décadas en estas aguas.

Es que la depredación del mar -no solo el argentino, sino de los océanos en general- está completamente descontrolada. Greenpeace viene hace años denunciando estas prácticas de pesca insostenible y pidiendo por un tratado global para proteger los océanos. Es que en aguas internacionales no hay ley que diga lo que se puede o no se puede hacer. Así las cosas, llegan barcos pesqueros principalmente de China, Corea, Japón, España y arrasan con todo. No solo porque pescan sin pausa (sin permitir que la flora y la fauna marítima se regenere), sino porque en muchos casos usan técnicas (como el arrastre) que aniquila los suelos y la vida bajo el agua. ¿El lugar preferido? El agujero azul, donde por las condiciones de profundidad y luz suele haber más vida que en otros puntos. Pero la paradoja brilla tanto como las luces: donde más vida, más explotación. Más muerte, diría la frase si buscara impacto.

El mar argentino termina a 200 millas marinas de la costa. Hasta ahí es nuestra Zona Económica Exclusiva (ZEE), luego comienzan las aguas internacionales. Si algún pesquero extranjero entra en nuestras aguas, está rompiendo la ley, pero por la enorme extensión de nuestro país es muy difícil para las fuerzas de seguridad nacionales patrullar la zona eficazmente. El trabajo que hacen la Armada y la Prefectura Naval es de un esfuerzo fenomenal pero como bien dijo Piñeyro, no hay suficientes recursos disponibles para la tarea.