El Banco Mundial anunció este miércoles que prevé que el país crezca 7,5% este año, tras el hundimiento del 9,9% del 2020, siendo una leve mejora respecto de su cálculo previo.

Pero mantuvo un pronóstico de fuerte desaceleración, al estimar una suba del PBI (Producto Bruto Interno) de sólo 2,6 % para el 2022 y del 2,1% en 2023.

Además, el organismo internacional consideró que el Gobierno necesita acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reducir los riesgos de que la alta inflación de Argentina se salga de control. En el último año, el alza en el costo de vida se ubica cerca del 52 %.

La estimación de crecimiento para el año próximo se ubica por debajo de la que realizó el Gobierno en el presupuesto que envió al Congreso Nacional en septiembre, que prevé una suba del 4 por ciento para el año próximo. Según el análisis, del Banco Mundial, a la Argentina le demandaría al menos dos años para recuperar lo perdido en 2020 y tres años para volver a los niveles de fines de 2018.

Los datos surgen del nuevo informe de la entidad presentado esta tarde en conferencia de prensa por el economista jefe de América Latina y el Caribe, William Maloney, en la antesala de la reunión anual conjunta del FMI y el Banco Mundial, que tendrá lugar la semana próxima.

Maloney afirmó que: “La inflación está cerca del 50%, pero el Gobierno sigue contando con algunas herramientas para evitar que la crisis se profundice, como llegar a un acuerdo con el FMI y aclarar las expectativas; sin embargo, estamos hablando del corto plazo y una vez que haya más estabilidad, el país debe abordar sus problemas estructurales de mediano plazo porque no ha crecido casi en la última década”, sostuvo.

Desde 2010 hasta que se desató la pandemia, la región de América Latina creció un 2,2% anual, al mismo tiempo que el resto del mundo creció a un 3,1 %; “los pronósticos para 2022 y 2023 son igualmente mediocres: 2,8 % y 2,6 % respectivamente”, indicó el organismo.

Añadió que “la deslucida recuperación, sumada a las bajas tasas de crecimiento de la década anterior, sugiere la existencia de problemas estructurales internos en la región y apunta a la urgencia de abordar la lista de déficits internos ampliamente conocidos en materia de infraestructura, educación, política energética, capacidad empresarial e innovación, y de afrontar al mismo tiempo algunos nuevos retos relacionados con el cambio climático”.

Según el informe, “dadas las vigorosas recuperaciones de los principales socios comerciales, las bajas tasas pasivas de interés mundiales y la perspectiva de otro super ciclo de los productos primarios, habría cabido esperar que las tasas de crecimiento fueran 1,5 puntos porcentuales más altas”, aunque los rebrotes de la pandemia ponen en tela de juicio estás expectativas.